martes, mayo 21, 2013

Galletas Bretonas, receta original francesa.



Cuando me preguntan qué tipo de repostería hago o me gusta más siempre me viene a la cabeza en primer lugar la magnífica y delicada pastelería francesa.
Ser capaz de dominar las técnicas dictadas, la precisión y regularidad, aunque solo sea haciendo un bizcocho genoise o una compleja tarta Ôpera... te llena de orgullo y satisfacción, que diría aquel.

Por eso, cuando el otro día me tropecé con una verdadera "biblia" de los postres presentada nada más y nada menos que por el magnífico Master Chef Pierre Hermé, no pude más que abrirla y notar un halo de luz sobre mi cabeza...

Y cada vez que lo abro me sorprendo de lo mucho que adoro este libro. Haré muchas cosas y empiezo por unas sencillas pero deliciosamente irresistibles galletas bretonas, originales de la zona de la Bretaña francesa, receta de Postres, Pierre Hermé.



Ingredientes para unas 20-25 galletas
130 gr. mantequilla

135 gr. azúcar glás
2 gr. sal
1 huevo
230 gr. harina
7 gr. levadura en polvo
1 cucharadita de vainilla (opcional)

Elaboración:

1. Ablandar la mantequilla y mezclarla con el azúcar y la sal. Añadir el huevo y amacar algunos minutos con una cuchara de madera. Incorporar aquí la vainilla si gustamos. Verter la harina, tamizada con la levadura, y amasar hasta que la masa quede homogenea.

2. Formar una bola, envolver en film y dejar reposar 1 hora en un sitio fresco.


3. Cortar la masa en 4 trozos. Hacer con cada uno un cilindro de 3-4 cm de diámetro y cortarlo en rodajas de 1 cm de grosor. Para mantener la forma, debe manipularse la masa en frio, si no, se ablandará y perderá la forma redondeada.

4. Poner estos discos en una bandeja con papel sulfurizado o un silpat y meterlos 1 hora en el frigorífico.


5. Precalentar el horno a 200ºC y hornear 10 minutos o hasta que estén doraditas. Sacar y dejar enfriar.

Y a merendar! Estas galletas están deliciosas con una crema inglesa, una mousse de chocolate o un helado o sorbete!

Cómo huele la casa!



viernes, mayo 10, 2013

Afghans Biscuits y el final de mi periplo por Aotearoa (III).


Hace ya unas semanas que volví de Nueva Zelanda.
Hace unos años que llevaba intentando llegar hasta allí, creanos un hogar, un futuro. Aquella tierra hermosa y rica nos demostró, durante el tiempo que estuvimos allí, que su tierra es única en el mundo y sus aguas las más remotas desde dónde ahora escribo, las más hermosas y ricas del planeta.




Habíamos quedado en las últimas entradas en que la sorpresa había sido mayúscula y terrorífica al comprobar que la fama de buena gastronomía de la "Tierra Media" había sido alterada por los gustos de los colonos europeos que campan a sus anchas en aquella tierra arrancada al océano, primero por los maoríes del pacífico y luego por los conquistadores británicos allá por el 1800...



Nuestro gozo en un pozo. Tanto esfuerzo, trabajo y dinero invertidos para llegar a la conclusión de que, hoy por hoy, nuestro destino aún -si, AÚN- no estaba en Wellington, ciudad capital de Nueva Zelanda y donde residen nuestros corazones desde nuestros primeros pasos por sus caminos, dos años atrás...

Y así, derrotada y deprimida, me dió por pasear por los puertos y las calles llenas de cuestas, gatos felices y exótica frondosidad para recapacitar acerca de qué iba a hacer el resto de mi vida si haber llegado hasta Nueva Zelanda no había sido suficiente para encontrar mi sitio.



Y de alguna manera, soltando el peso de la culpa empezé a verlo todo más hermoso, a disfrutarlo todo al máximo y a encontrar cosas que hasta encontes no me había permitido, como gatos por doquier (es el país con más gatos por ciudadanos, vigilados por la ley pues, al no haber grandes depredadores en toda la isla, son los mininos los que han acabado con la mayor parte de las aves autóctonas neozelandesas! Son muchos, son gordos y están confiados! jejeje).



Y así visitamos el norte de la isla sur, cruzando el estrecho de Hook en el querido interislander, como viajamos en bus -no hay otra forma- hacia el norte de la isla norte quedándonos en el paradisíaco Lago Taupo -con su increíble tallado maorí en el centro del lago- y las cataratas Huka...




También paseamos por su ensenada y su puerto y sus montes... El puerto era nuestro lugar de peregrinación cada día. Daba igual como hubiera ido en la escuela de inglés, en las entrevistas de trabajo, en los tramites de cada día... Al final, el puerto siempre nos reconfortaba.




Cuando en una de estas descubrimos Arobake, en el barrio Aro Valley. Era la primera vez, en tanto tiempo, que veía una tienda que se llamara a sí misma "bakery-patisserie". Y no solo nos la encontramos, es que cuando lo hicimos, un grupo de jazz estaba improvisando en su piso superior -cosa común como ya os he dicho anteriormente, que allí son muy de tocar en la calle, a cualquier hora-. Pero es que era increible!





Y al día síguiente, cuando volví fué más increíble todavía! Pasteles tradicionales, Carrot Cakes, Red Velvet cakes! Cupcakes, galletas, semillas, harinas, panes, PANES!! Unos panes increíbles que ya habiamos dado por inutil encontrar... Aunque no buscaban a nadie para trabajar, tuve la suerte de poder charlar con algunos chicos y me contaron que Arobake es una empresa familiar, de gusto por la buena alimentación y pude ver que no les iba nada mal dado que cada día abrían con los mostradores como ya veis y al medio día ya lo habían vendido todo!




Es en esta última foto cuando más me sorprendí. Seguro que podeis reconocer algunas piezas como unos mini carrot cakes, tartaletas de chocolate y vainilla, lamingtons de chocolate... y dos biscuits que me sorprendieron y que resultaron ser tradicionales allí, las Belgium Biscuits (las del glaseado rosa con sprinkles) y las Afghans Biscuits (abajo, con una nuez encima). Me enamoré de ambas, no sabría elegir! Y supe que tenía que pillarme un recetario tradicional neozelandes, si es que acaso eso existía...

Y así era! El Edmond's Recipe Book! El libro más veces editado y vendido a lo largo de la historia civilizada del país! Os dejo aquí una miniversión en pdf bastante graciosa.

Así, nada más llegar, ya en casa y tras un par de semanas de jetlag horroroso -horripilante y terrorífico, en serio, que no os cuenten milongas, una diferencia horaria de 12 horas es un jetlag demencial!!- y eso, que me puse manos a la obra.







Afghans Biscuits (tradicionales de Nueva Zelanda y Australia):

200 g mantequilla
1/2 cup azúcar
1 1/4 cup harina normal
1/4 cup cacao en polvo
2 cups de cornflakes (si si cornflakes, tal cual)
Nueces para decorar

Batir la mantequilla con el azúcar hasta que este cremosa, tamizar la harina y el cacao juntos e incorporar a la masa. Verter entonces los copos de maiz y amasar con las manos bien, aprentando sin miedo a romper los cereales. Es una galleta frágil por lo que cuanto más se amase (sin pasarnos, que se nos derrite) más consistencia tendrá.
Dividir en pequeñas bolas que aplastaremos un poco y las pondremos separadas unas de otras en una bandeja para el horno.
Precalentar el horno a 180º y cocer 15 minutos.

Cuando estén frias, cubrir con un poco de glaseado de chocolate, una buttercream, la mezcla que más os guste. Incluso nutella sola le vienen de lujo. Y coronar con media nuez.

Están buenas sin cobertura, tal cual, pero están mucho mejor con el glaseado de chocolate! Textura crujiente y diferente y la nuez ya... buff! Le dije a mi marido que se las llevara todas al trabajo y me dijo que no... menos mal!




Y así, llego al final provisional de esta historia, breve y personal como ella sola, de como una chica del sur de España lo dejó todo por ver cambiar el color de los montes de la Tierra Media.
Pero, aunque todavía no ha podido ser, no me rindo. Nuestros corazones se quedaron allí, en las rocas del Wellington Harbour, junto a la estatua en honor de aquellos que llegan a esa hermosa tierra buscando la felicidad...

Ya volveremos a vernos, Windy Welly...